30.9.08

Lo que se dice jugar al fulbo - R. Fontanarrosa

Sí, sí, claro, por supuesto, usté me menciona todos esos nombres y, lógico, yo no le voy a decir que no. Porque yo también los he visto, los he visto a todos. Usté me habla de Ramos Delgado, del peruano Meléndez y sí, por supuesto, no le voy a negar que han sido grandes zagueros, grandes jugadores.
Le digo más, yo le voy a nombrar algunos otros de los cuales por ahí no se habla tanto pero eran jugado­res de gran calidad. Le nombro sin ir más lejos a un Valentino. No sé si usté se acordará de él. Un dos que jugaba en Argentinos Juniors: Valentino y Ditro. En ese gran equipo con Pando, Carceo... ¿eh?... Un ju­gador ténico, fino. O si no le nombro a Casares, la Chocha Casares, un morocho que jugaba en Central, que era un jugador de cuello duro, una niña jugando.
Claro... ¿qué pasa?... Que por ahí fueron jugado­res que jugaron siempre en equipos chicos y usté sabe bien, no nos vamos a engañar, que la prensa porteña se ocupa siempre nada más que de los grandes, porque no nos vamos a engañar.
Pero... además de los nombres que usté dice, que yo le reconozco que han sido fulbá pero fulbá de cali­dá, yo le puedo nombrar otros... ¡mi amigo! esos sí que eran jugadores y se lo digo, usté perdone, con el derecho que me dan los años que uno lleva viendo fulbo. ¿Qué edad me dijo usté que tenía? Bueno, ya ve, le llevo como treinta pirulos, y entonces le puedo nombrar a jugadores como el Gallego Pérez, jugadores que le han dado lustre al fulbo nacional. Pero jugado­res jugadores lo que se dice jugadores que usté no los iba a ver reventando una pelota o tirándola afuera a la marchanta. Jugadores que usté los veía y daba gusto. No como estos animales que usté ve ahora, ¡hágame el favor! que cobran lo que cobran y no le saben do­minar un fulbo, dígame la verdá. Me vienen a hablar de Perfumo, de Passarella... ¡Por favor! Son jugado­res fuertes, sí, rápidos, pero que no me los va a com­parar con un Pérez, con un Domingo de Guía, no me los va a comparar. Lo que pasa es que ahora aparece cualquier fulbá que pega un par de patadas y ya dicen que es "mariscal del área", "patrón del área"... dé­jeme de joder.
Ahora sí, eso sí, yo le reconozco que todos estos jugadores que usté me nombraba han sido fenómenos grandes jugadores dentro de ese puesto, un puesto que es muy jodido porque usté sabe que si falla el dos es gol seguro. Y eso que en general estamos hablando de fulbás que fueron grandes jugadores en una época en que el fulbá se quedaba atrás y se la bancaba solo, nada de tener el seis al lado como ahora que la llevan mucho más aliviada.
Yo le reconozco que todos éstos han sido grandes jugadores, pero si yo le tengo que nombrar un fulbá centro jugador al fulbo pero lo que se dice jugador al fulbo jugador al fulbo, lo que se entiende por jugador al fulbo, yo no lo dudo un momento: Palito Salvatie­rra.
Ya sé, ya sé, usté no lo habrá sentido nombrar por­que, claro, yo le estoy hablando de unos quince años atrás y además de un jugador que nunca vino a jugar a Buenos Aires. Le digo más, nunca jugó en primera, nunca jugó profesionalmente al menos no profesionalmente como lo que se entiende por eso. Pero, vaya usté todavía hoy a preguntar en algunos barrios de Rosario por Palito Salvatierra. Vaya y pregunte. ¡Y en barrios fulboleros eh! Barrios fulboleros fulboleros, que han dado al fulbo nacional montones de glo­rias nacionales.
Lo que pasa es que Palito nunca quiso firmar para ningún clú profesional, vaya a saber. Cada uno es due­ño. Yo no soy de meterme en la vida privada de nadie. Y eso que yo a Palito lo conocía bastante, no personalmente, no éramos amigos porque no éramos del mismo barrio. Él era de Saladillo y yo siempre viví en Tablada. Pero eso sí, le digo que hacían cola para llevárselo.
De Central lo iban a buscar todos los años. Incluso ya de grande. 22, 23 años, lo seguían yendo a buscar para que firmara. De Ñul también. Y de Central Córdoba, bueno, de Central Córdoba ya lo tenían cansado pidiéndole que jugara para ellos. Claro, lo veían jugar en los noturnos, o en los torneos de la zona y se volvían locos de pensar que ese jugador no estuviera jugando en Primera. Porque, le ase­guro, de los que han estado jugando en primera ninguno, ninguno, le ata los botines a Palito Salva­tierra. Una prestancia, una calidá, una elegancia, jugador de cabeza levantada, sereno, era... mi­re... un arcángel ese hombre en el área, para colmo rubio, alto, delgado. Y jugador ténico en partidos que no son para ser muy ténico que digamos, en partidos chivos, en clásicos de barrio, con las hin­chadas de los equipos ahí nomás, al lado de la línea de fuera, muchos chupados, gente de andar calza­da con bufosos, con púas. Cancha donde las líneas de la cancha estaban marcadas con zanjas, no con líneas de cal. Y donde él fuera se hacía respetar con policías a caballo que se la pasaban recorrien­do todo el contorno de la cancha para que la gente no se metiera adentro.
Había que estar ahí adentro y aguantarse las pu­teadas. Y bueno, en esos partidos, en esos partidos, cuando ya los ánimos se han puesto espesos y usté ve que los delanteros entraban al área como para reventar al que se le pusiera adelante, venían los centros y Palito saltaba y cuando parecía que la iba a cabecear, la paraba con el pecho. ¡Ahí! ¡Ahí, en medio del área, con mil tipos entrando a la carre­ra, en el punto del penal! La paraba con el pecho porque no cabeceaba nunca, no le gustaba cabecear, no sé, no le gustaba. La paraba con el pecho, la ponía contra el piso y ahí empezaba, la pasaba para acá, para allá, hacía pasar a un tipo, a otro, en una baldo­sa ¿eh? en una baldosa, y salía che, salía, el fulbo pegado al botín y sin mirarlo, mirando lejos, medio como si no le importara, pero ya vichando a los delanteros para meter el pase. ¡Parecía que pensa­ba en otra cosa, mire! ¡Eso era lo que daba más bronca! Y metía el pase, treinta, cuarenta metros. ¿Se acuerda de Sacchi? ¡Una cosa así! ¡Nunca rifó una pelota, pero nunca nunca! Yo he visto morirse un viejo al lado mío pidiéndole que la ti­rara afuera, un partido contra Palermo.
¿Tirarse al suelo? ¿Tirarse al suelo Palito Sal­vatierra? ¡Ni soñar! Ni soñar. ¡Si casi no corría! Tranqueaba. Parecía que adivinaba adónde iba la pelota, le juro. Salían los pases y ya estaba él ahí. Simple ¿vio? fácil. Corría en puntas de pies, pare­cía que no tocaba el suelo. ¿Se acuerda de Messiano, el chino Messiano? ¿Ese que jugó en Central que Pelé le rompió la nariz de un cabezazo? Bueno, así como Messiano. Palito corría en puntas de pies. Los mu­chachos decían que era para no despertar al arque­ro de su equipo. Porque, usté va a decir que yo le exagero, pero yo he visto dormir arqueros de equi­pos donde ha jugado Palito Salvatierra, yo los he visto dormir con mis propios ojos. Tipos recostados contra el palo y apoliyando, en esas tardes de calor ¿vio? Apoliyar, apoliyar. ¡Si no llegaba una pelo­ta! No llegaba una pelota.
Y le repito, en los años que yo lo vi jugar, se ima­gina que adonde sabíamos que había un torneo o un partido donde jugaba él ahí nos íbamos, no lo vi tirarse al suelo. No lo vi, no lo vi. Ni traspiraba. ¿Vio lo que son esas canchas? Pura tierra, cuando llueve es un barro que no se puede creer. No se ensu­ciaba el desgraciado salía después del partido como había entrado, era increíble.
Mire esto que le cuento le va a dar una idea de lo que era este jugador, para que vea que no le miento, porque es una anédota que la conoce todo el mundo. Una vez había terminado una final en Bigand, en ese entonces lo habían llevado a Palito a San Martín de Bigand y mi hermano era tesorero ahí, del clú. Ha­bíamos ganado la final... no sé... creo que contra Independiente de Chabás, y esa noche se hacía un baile para festejar el campeonato. Y al día siguiente me contaban, no sé cómo se habían enterado pero era verdá, porque era verdá, que parece que Palito se había levantado una mina en el baile. Se imagina, un tipo como él, un crá, y además pintón, muy pintón, alto, rubio, hacía un desastre entre las muje­res, las minas lo tenían loco. Y parece que cuando se va a encamar, esa noche, se saca la camiseta y abajo tenía la camiseta del equipo. ¡A la noche, todavía con la camiseta del equipo, la número dó! ¡De no creer! Pero le digo que era un tipo que ni traspiraba jugando, no se ensuciaba, era un duque.
Claro usté dirá: "Vaya a saber contra quién jugaba ese Salvatierra", no vaya a creer. No vaya a creer. No hay que engañarse. En esas zonas, en esas ligas, en esos torneos hay cada nene que se la cuento, jugadores estraordinarios, cada número nueve que ya lo querrían tener más de uno de los equipos de pri­mera. Había un nueve que tenía la Academia, el Toro Medina, que era un fenómeno. Un tanque. Se lo quería llevar Huracán, lo fueron a buscar a Rosario y todo, pero al negro le gustaba el escabio. Estuvo unos meses en Huracán y después se volvió. ¿Sabe qué jugador era ése? Cuando tenía que jugar contra Palito se venía loco. No podía creer que este otro sin correr, sin pegarle una patada, le sacaba todas las pelotas. Loco se venía. No lo podía creer.
Y hace poco lo vi de nuevo a Palito. Íbamos por calle San Martín me acuerdo en el auto de mi sobri­no, el Chelo. Porque él tiene un tasi y a veces yo lo acompaño, para charlar un rato, hacerle compañía. Y me acuerdo que íbamos por San Martín y, ya de lejos lo veo al Palito. Lo reconocí enseguida, se imagina verlo caminar nomás me di cuenta que era él, estaba un poco más gordo, no mucho pero un poco más gordo pero nomás de espalda me di cuenta que era él. Hacía años que no lo veía.Y le digo al Chelo que aminore un poco la marcha y bajo el vidrio de la ventanilla y cuando paso al lado le grito: "¡Hijo de puta!" Hijo de puta que el gol en contra que se hizo en un partido contra Cabildo no tiene nombre.
Fuente: El mundo ha vivido equivocado (y otros cuentos) - Ed. de La Flor (1985)

27.9.08

Borges desde el tablon - Hernan Casciari (Orsai)

Lo peor que puede pasar en una mesa, cuando el tema es Borges, es que los que conversan empiecen con la cantinela de su posición política y la mar en coche. Hasta los 25 años yo me tomaba el trabajo de discutir sobre el asunto (un día en Chile, incluso, me cagué a palo con uno). Pero desde que maduré, me levanto de la mesa y me voy sin saludar.

Para ser hincha de Borges, pero hincha en serio, ojo, es necesario ir todos los domingos a la cancha. No vale ser "simpatizante". Es decir, no vale comprarse los tres tomos color manzana y tenerlos a la vista en el anaquel. No vale "haber leído" a Borges. Para ser un incondicional, por lo menos la Poética Completa tiene que vivir en el baño, arriba del canasto de la ropa, junto a la revista dominical del diario y el Deportivo del lunes.

Para empezar, hay que saber que Borges dijo todo lo necesario que había para decir en el mundo. Si no tenés bien clarito esto, no podés ser hincha. Las demás cosas que dijo o escribió el resto pueden estar bien o mal, pero no son tan tan tan fundamentales. Por eso, en cualquier conversación jugosa sobre cualquier tema, un hincha en serio no tiene otra opción que decir, cada dos por tres: "boludo, ya lo decía Borges", y poner cara de barrabrava.

Los hinchas de Borges no son intelectuales. Les importan un carajo las siguientes palabras: semántica, silogismo, hipertexto, entrelínea y epistemología. Los hinchas de Borges no compran nunca, ni a punta de pistola, libros que estudian la obra de Borges, ni libros que chusmean sobre su vida privada. Los barrabrava más radicales incluso van a las librerías a quemar este tipo de literatura analítica o biográfica, mientras cantan de esta forma:

"Sarlo,  qué asco te tengo, lavate el culo  con aguarrás".
o de esta otra:
"María Kodama, la concha de  tu hermana".
Lo que sí hacen los hinchas muy a menudo es juntarse en un departamento a fumar porro y leer a Borges en voz alta, pasándose el libro cada tanto para que no se les seque la garganta a ninguno.
Se empieza con la poética y se sigue con algún cuento. Después, hacia las tres am, se mechan ensayos cortos para no caer en el fanatismo barato. Si bien no es conveniente conversar mucho durante estas tertulias, está permitido, cada tanto, intercalar alguna interjección. Por ejemplo:

Lector: —"(...A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y como el aire."

Oyente: —¡Qué hijo de una gran puta!

Las hinchas femeninas de Borges fuman como un escuerzo y son, a los ojos de las señoras de los otros edificios, más putas que las gallinas de la raza ponedora. Puede invitarse a una tertulia a señoritas decentes para disimular, incluso a vírgenes, pero entre la medianoche y el alba pasan dos cosas: o se quedan dormidas —en tal caso hay que despertarlas y pedirles un taxi— o entienden de golpe el mundo y empiezan a manotear la poronga del que está leyendo.

Otra conversación aburrida y tópica, a la que los hinchas le escapan como el gato al agua, es la que gira sobre la sexualidad de Borges. A un barrabrava serio no le importa si a Borges se le erguía o no la chota en la intimidad. Ni le preocupa en lo más mínimo que su literatura esté excenta de salvajismo sensual. Los hinchas están en contra de Estela Canto y de todas las mujeres que se han querido hacer famosas a costa de la impotencia del escritor. Si Borges no se las cogía, es porque eran feas.

Adolfo Bioy Casares es un problema para la hinchada. Siempre lo fue. Se acepta y festeja su amistad con Borges, pero muchos hinchas no están de acuerdo con la literatura de Bioy. No les divierte, no los seduce, no les calienta. Pero igual —a pedido de los fanáticos muy radicales— a veces en las tertulias se lee un poquito de "La Invención de Morel": más que nada el prólogo. Y santas pascuas.

Por último, pequeños detalles para ser un buen hincha: los libros de Borges no se prestan: se regalan. Está permitido decirle "el ciego" en la intimidad, pero nunca delante de gente que no sea barrabrava. No necesariamente hay que obsesionarse con las espadas, los mayores, el sajón, los espejos, el color amarillo ni el idioma alemán (una cosa es ser fanático, y otra cosa es ser adolescente histérico). Para un buen hincha, el mejor dibujo de Borges lo hizo Sábat.

Pero lo más importante para un hincha en serio es no hacer alarde de Borges. No hay que decir nunca (y mucho menos en un blog que se lee en la península) que Borges es el mejor escritor en castellano de todos los tiempos. Porque a los cervantinos se les atraganta la comida cada vez que descubren que la Eurocopa a veces la ganan, sí, pero que el Mundial fue y será siempre blanquiceleste.

FUENTE

26.9.08

La verdadera creación - gerkijel (T!)

Un lunes Dios despertó, se restregó los ojos, miró al piso, unas pantuflas celestes de felpa esperaban por sus pies, se puso en marcha hacia el baño, en el trayecto tuvo una visión y se dio cuenta de todas sus miserias y decidió que él no debía cargar con todas ellas y creó la tierra, con pasto y piedras; con agua y fuego; con olores y reflejos. El martes miró todo lo que había hecho el lunes y se dijo que no había logrado su cometido, entonces dispuso un ejército de animales y alimañas para que destruyeran todo lo que había hecho el día anterior y para que se procuraran sus propias vidas. El día siguiente se despertó cansado, ya estaba viejo para esos trotes y decidió no trabajar, aunque unas horas más tarde se dijo que lo mejor para aplacar sus miserias era poner sobre la tierra a quien pudiera destruir lo que ya había creado. Cientos de hombres se aventuraron sobre las nuevas tierras para infligir terror. El jueves Dios se recuperó, disfrutó de su obra y decidió que los hombres no eran tan desdichados como debían y los llenó de sentimientos; el amor y la pasión fluyeron en los corazones de los nuevos seres, pero no tardó en parir el odio y la envidia; la maldad y el resentimiento; la desgracia y el abandono. Las ideas fueron puestas sobre los hombres durante el viernes, los sueños brotaron de sus jardines, se llenaron de valor y recorrieron el mundo con sus recientes habilidades y la más grande de las palabras salió de sus fauces. El sábado se rebelaron, aprendieron los dotes de la guerra y los códigos de la retórica; comenzaron a discutir el poder divino y lo desafiaron. Se quejaron de todos sus males; dejaron de temerle a Dios y se dedicaron a sembrar sombras en los cielos. Dios se dio cuenta de que seguía siendo miserable un domingo, toda la culpa renació en él e intentó suicidarse, pero se despertó de golpe y pensó: “Debo cambiar el mundo”. Entonces comenzó a reconstruir la tierra y el pasto, le quitó la maldad y el odio de los corazones a los hombres, liberó a las mariposas, le pidió a los hombres que se divirtieran, predicó que la cooperación era indispensable y pronunció la última frase que se le haya escuchado hasta nuestros días: “Yo al arco, no voy” FUENTE

24.9.08

El Lector - Eduardo Galeano

En uno de sus cuentos, Soriano imaginó un partido de fútbol en algún pueblito perdido en la Patagonia. Al equipo local, nunca nadie le había metido un gol en su cancha. Semejante agravio estaba prohibido, bajo pena de horca o tremenda paliza. En el cuento, el equipo visitante evitaba la tentación durante todo el partido, pero al final el delantero centro quedaba solo frente al arquero y no tenía más remedio que pasarle la pelota entre las piernas. Diez años después, cuando Soriano llegó al aeropuerto de Neuquén, un desconocido lo estrujó en un abrazo y lo alzó con valija y todo:-¡Gol, no! ¡Golazo! -gritó-. ¡Te estoy viendo! ¡A lo Pelé lo festejaste! -y cayó de rodillas, elevando los brazos al cielo. Después, se cubrió la cabeza: -¡Qué manera de llover piedras! ¡Qué biaba nos dieron! Soriano, boquiabierto, escuchaba con la valija en la mano. -¡Se te vinieron encima! ¡Eran un pueblo! -gritó el entusiasta. Y señalándolo con el pulgar, informó a los curiosos que se iban acercando: -A éste, yo le salvé la vida. Y les contó, con lujo de detalles, la tremenda gresca que se había armado al fin del partido: ese partido que el autor había jugado en soledad, una noche lejana, sentado ante una máquina de escribir, un cenicero lleno de puchos y un par de gatos dormilones.