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30.9.08
Lo que se dice jugar al fulbo - R. Fontanarrosa
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27.9.08
Borges desde el tablon - Hernan Casciari (Orsai)

Lo peor que puede pasar en una mesa, cuando el tema es Borges, es que los que conversan empiecen con la cantinela de su posición política y la mar en coche. Hasta los 25 años yo me tomaba el trabajo de discutir sobre el asunto (un día en Chile, incluso, me cagué a palo con uno). Pero desde que maduré, me levanto de la mesa y me voy sin saludar.
Para ser hincha de Borges, pero hincha en serio, ojo, es necesario ir todos los domingos a la cancha. No vale ser "simpatizante". Es decir, no vale comprarse los tres tomos color manzana y tenerlos a la vista en el anaquel. No vale "haber leído" a Borges. Para ser un incondicional, por lo menos la Poética Completa tiene que vivir en el baño, arriba del canasto de la ropa, junto a la revista dominical del diario y el Deportivo del lunes.
Para empezar, hay que saber que Borges dijo todo lo necesario que había para decir en el mundo. Si no tenés bien clarito esto, no podés ser hincha. Las demás cosas que dijo o escribió el resto pueden estar bien o mal, pero no son tan tan tan fundamentales. Por eso, en cualquier conversación jugosa sobre cualquier tema, un hincha en serio no tiene otra opción que decir, cada dos por tres: "boludo, ya lo decía Borges", y poner cara de barrabrava.
Los hinchas de Borges no son intelectuales. Les importan un carajo las siguientes palabras: semántica, silogismo, hipertexto, entrelínea y epistemología. Los hinchas de Borges no compran nunca, ni a punta de pistola, libros que estudian la obra de Borges, ni libros que chusmean sobre su vida privada. Los barrabrava más radicales incluso van a las librerías a quemar este tipo de literatura analítica o biográfica, mientras cantan de esta forma:
Lector: —"(...) A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires: la juzgo tan eterna como el agua y como el aire."
Oyente: —¡Qué hijo de una gran puta!
Las hinchas femeninas de Borges fuman como un escuerzo y son, a los ojos de las señoras de los otros edificios, más putas que las gallinas de la raza ponedora. Puede invitarse a una tertulia a señoritas decentes para disimular, incluso a vírgenes, pero entre la medianoche y el alba pasan dos cosas: o se quedan dormidas —en tal caso hay que despertarlas y pedirles un taxi— o entienden de golpe el mundo y empiezan a manotear la poronga del que está leyendo.
Otra conversación aburrida y tópica, a la que los hinchas le escapan como el gato al agua, es la que gira sobre la sexualidad de Borges. A un barrabrava serio no le importa si a Borges se le erguía o no la chota en la intimidad. Ni le preocupa en lo más mínimo que su literatura esté excenta de salvajismo sensual. Los hinchas están en contra de Estela Canto y de todas las mujeres que se han querido hacer famosas a costa de la impotencia del escritor. Si Borges no se las cogía, es porque eran feas.
Adolfo Bioy Casares es un problema para la hinchada. Siempre lo fue. Se acepta y festeja su amistad con Borges, pero muchos hinchas no están de acuerdo con la literatura de Bioy. No les divierte, no los seduce, no les calienta. Pero igual —a pedido de los fanáticos muy radicales— a veces en las tertulias se lee un poquito de "La Invención de Morel": más que nada el prólogo. Y santas pascuas.
Por último, pequeños detalles para ser un buen hincha: los libros de Borges no se prestan: se regalan. Está permitido decirle "el ciego" en la intimidad, pero nunca delante de gente que no sea barrabrava. No necesariamente hay que obsesionarse con las espadas, los mayores, el sajón, los espejos, el color amarillo ni el idioma alemán (una cosa es ser fanático, y otra cosa es ser adolescente histérico). Para un buen hincha, el mejor dibujo de Borges lo hizo Sábat.
Pero lo más importante para un hincha en serio es no hacer alarde de Borges. No hay que decir nunca (y mucho menos en un blog que se lee en la península) que Borges es el mejor escritor en castellano de todos los tiempos. Porque a los cervantinos se les atraganta la comida cada vez que descubren que la Eurocopa a veces la ganan, sí, pero que el Mundial fue y será siempre blanquiceleste.
26.9.08
La verdadera creación - gerkijel (T!)
Un lunes Dios despertó, se restregó los ojos, miró al piso, unas pantuflas celestes de felpa esperaban por sus pies, se puso en marcha hacia el baño, en el trayecto tuvo una visión y se dio cuenta de todas sus miserias y decidió que él no debía cargar con todas ellas y creó la tierra, con pasto y piedras; con agua y fuego; con olores y reflejos. El martes miró todo lo que había hecho el lunes y se dijo que no había logrado su cometido, entonces dispuso un ejército de animales y alimañas para que destruyeran todo lo que había hecho el día anterior y para que se procuraran sus propias vidas. El día siguiente se despertó cansado, ya estaba viejo para esos trotes y decidió no trabajar, aunque unas horas más tarde se dijo que lo mejor para aplacar sus miserias era poner sobre la tierra a quien pudiera destruir lo que ya había creado. Cientos de hombres se aventuraron sobre las nuevas tierras para infligir terror. El jueves Dios se recuperó, disfrutó de su obra y decidió que los hombres no eran tan desdichados como debían y los llenó de sentimientos; el amor y la pasión fluyeron en los corazones de los nuevos seres, pero no tardó en parir el odio y la envidia; la maldad y el resentimiento; la desgracia y el abandono. Las ideas fueron puestas sobre los hombres durante el viernes, los sueños brotaron de sus jardines, se llenaron de valor y recorrieron el mundo con sus recientes habilidades y la más grande de las palabras salió de sus fauces. El sábado se rebelaron, aprendieron los dotes de la guerra y los códigos de la retórica; comenzaron a discutir el poder divino y lo desafiaron. Se quejaron de todos sus males; dejaron de temerle a Dios y se dedicaron a sembrar sombras en los cielos. Dios se dio cuenta de que seguía siendo miserable un domingo, toda la culpa renació en él e intentó suicidarse, pero se despertó de golpe y pensó: “Debo cambiar el mundo”. Entonces comenzó a reconstruir la tierra y el pasto, le quitó la maldad y el odio de los corazones a los hombres, liberó a las mariposas, le pidió a los hombres que se divirtieran, predicó que la cooperación era indispensable y pronunció la última frase que se le haya escuchado hasta nuestros días: “Yo al arco, no voy”
FUENTE
24.9.08
El Lector - Eduardo Galeano
